15 octubre 2007

Rompiendo el cascarón

Sin abrir los ojos, sentí los pies de quien esa mañana me acompañaba. El despertador maldito no paraba de sonar y la bestia que tenía a mi lado parecía muerta, ojalá así hubiese sido.
Me levanté indispuesta, todo gracias a esa maldita rutina que me seguía a todas partes. No tenía ganas de hacer nada, pero tampoco quería estar sin hacer nada. Respetando mi estado de ánimo, no me bañé, sólo atiné a ponerme la ropa que tenía más cerca. Ahí estaban sus calzoncillos. Los odiaba y me odiaba por tenerlo al lado.
Prendí un cigarrillo en aquel cenicero en el que había dormido. Me puse mi chaquetón, tomé mi mochila y partí.
Un sol penetrante molestaba mis ojos; una buena excusa para esconder mis ojos cansados tras unas gafas retro oscuras.
A las diez de la mañana mi celular comenzó a reírse de mí con ese estúpido timbre; mensaje. Impresionada de que las bestias supieran escribir y más aún ocupar el móvil, leí lo que ésta había escrito. Patético, cliché y...exagerado. A pesar de todo, mi estúpida mano respondió el mensaje: “Gracias, yo también disfruto mucho estar contigo. Te quiero”. ¡Aplausos para la mentirosa! ¡Aplausos para el tonto más bobo de la comedia! ¡Aplausos a la molesta rutina!
Sin duda, algo andaba mal. No era el día, ni el celular, ni el sol, ni mucho menos la bestia. Yo era la única capaz de provocar en mí una sensación tan fuerte. El problema era yo y la solución estaba a mano. Fácil. Agua, Ravotril de 0,5 miligramos y todo listo.

Por Meraviglia


0 comentarios: